Aún te escucho con mi oído izquierdo, el que dejaste sano luego del huracán. Tengo tres días de ver en sombras, pobre siluetas, flacas formas. Quiero olerte, pero mi desviado tabique no diferencia entre tu aroma y lo que se cocina en la olla...
Te adoro... te lo dije y aún así me clavaste tu palma derecha en la mejilla. Que lo niños podían oírte, te dije, no te importó... que aprenderían temprano, concluiste.
¿Cómo puedo despertar tus dos extremos? Un día tu ira para molerme como al trigo, otro tu pasión para beberme cual vino. Una vez fui mujer vestida de blanco, recuerdas.. ¿como me tomabas del brazo? BRAZO! no más golpes por favor...
Te lo ruego, ámame, como cuando te enojabas si alguien me miraba.
Siénteme, como con los besos detrás de la casa de mis padres, los que eran secretos.
Escúchame, como cuando me pedías que leyera esa carta una y otra vez.
Respétame, como alguna vez lo hiciste llamándome, mi mujer...
"A la voz de las mujeres que sufren de violencia, por que una vez más descubran el amor"