miércoles, septiembre 13, 2006

La Sombra de la Violencia

Aún te escucho con mi oído izquierdo, el que dejaste sano luego del huracán. Tengo tres días de ver en sombras, pobre siluetas, flacas formas. Quiero olerte, pero mi desviado tabique no diferencia entre tu aroma y lo que se cocina en la olla...
Te adoro... te lo dije y aún así me clavaste tu palma derecha en la mejilla. Que lo niños podían oírte, te dije, no te importó... que aprenderían temprano, concluiste.
¿Cómo puedo despertar tus dos extremos? Un día tu ira para molerme como al trigo, otro tu pasión para beberme cual vino. Una vez fui mujer vestida de blanco, recuerdas.. ¿como me tomabas del brazo? BRAZO! no más golpes por favor...
Te lo ruego, ámame, como cuando te enojabas si alguien me miraba.
Siénteme, como con los besos detrás de la casa de mis padres, los que eran secretos.
Escúchame, como cuando me pedías que leyera esa carta una y otra vez.
Respétame, como alguna vez lo hiciste llamándome, mi mujer...
"A la voz de las mujeres que sufren de violencia, por que una vez más descubran el amor"

YO O NO SER

Heme aquí parafraseando al Príncipe Hamlet, sacando desde las sombras esta pregunta… y tratando de encontrarle respuesta…

¿Yo o no ser?...

De la clase ególatra, de la divina terquedad: mío, muy mío y definitivamente de mi propiedad.

De los que creen que todo se lo merecen, de los que pisan por obtener lo que les pertenece.

De aquellos cuyo regionalismo se reduce a allí donde yo vivo, y su pluralismo se reduce al mínimo: yo, solo yo y yo mismo.

Como ideal el pensar que hacer por mi, entre sus preguntas, una sola incógnita ¿qué haré?

Creyéndose más gravitacional que la misma tierra, más atractivo que el oro en su época más cotizada. Con la tendencia de creer que el mundo perdería algo precioso si no él no estuviera. Y la manía de derrochar su encanto a cuantos ojos y oídos quieran prestarle atención.

Ego- maníaco, el hombre, es ser yo o simplemente no ser. Feliz cuando al fin se tiene “algo”, eterno cuando se sabe que se será siempre “yo”. Las cosas están mal cuando se le ataca y aún peor cuando no.

Es hora de cambiar el ¿Qué haré? Por el ¿Qué haremos?, y que nuestras respuestas no den como resultado uno, sino, dos. Dejaremos de ser yo mismo, para ser parte de todo. Hallaremos un mundo nuevo y una interrogante menos.

Nada más que “Utopía Literaria…”