viernes, octubre 27, 2006

Entre la Sombra, Un General...

"La confusión era infernal, llovían vengalas lanzadas desde el mar..." (Rubén Blades)

Un 20 de diciembre cualquiera, un día más y muchas vidas menos.

Por la Casa Blanca recorría el rumor, hay que neutralizar al hombrecito del país del Canal. La legislación Bush necesitaba dormir bien, para amanecer mejor...

Por su parte en el pequeño país latinoamericano, reinaba la inquietud. Un General había servido a las barras y estrellas, al Comandante en Jefe por mucho más tiempo del que se llegó a conocer, llegando a ser aliado de las varias sucursales americanas en suelo panameño, las bases. Pero como suele ocurrir cuando de repente se tiene mucho poder, su machete, insignia y seña de su liderazgo, llegó a incharse de ambición. Un pelele que fue alzado más alto de lo que jamás debió llegar. Frente al televisor lo escuchabamos decir, "Esta vaina se acabó". Quizás preveía la tormenta que se avecinaba, que egoísta, él a nadie avisó... Era necesario sacarlo.

Fue un día de diciembre, más o menos cercano a Navidad, cuando la oscura noche se iluminó. La primera bomba alcanzó el barrio donde nació y creció un glorioso boxeador, donde los más humildes trataban de sobrevivir día tras día. Incendios por doquier, llantos, gritos, canalladas. Un pueblo indefenso con la mala suerte de tener entre sus calles a la "Estación".

Varios días después, las cuentas pasaban los dedos de las manos y los de los pies de más de 10 panameños juntos. Fosas comunes improvisadas para no propagar una epidemia en un país tropical, asi se excusaron. Desaparecidos, muchos más de los que como por arte de magia dejaron de existir en tiempos de Noriega. Familias sin esposos, hijos, padres o hermanas.

Un país en desolación, destruido. Prueba contundente de que las nuevas armas si funcionaban, de que los aviones silenciosos no eran detectables por el radar. Paseaban en tanques verdes y con pistolas en mano apuntaban al pueblo tembloroso. Daban comida militar para amortiguar el hambre de justicia. Abrazaban niños y se tomaban fotos con ellos, como si nada hubiese ocurrido. Y asi como llegaron, se fueron. Pero a su paso dejaron una huella más profunda que la de las botas, en un país donde no se les invitó a venir a matar.

Han pasado ya muchos años, pero cada 20 de diciembre recordamos, la Invasión. Las familias siguen llorando, pero la vida sigue también. Aunque en Estados Unidos solo se recuerdan a los 25 soldados de las "U.S. Troops" y en sus informes extra confidenciales reposa la módica suma de tan solo 300 bajas civiles panameñas, en suelo itsmeño se dice que llegaron a ser más de 3000.

Ese diciembre nos liberaron de un engendro, pero el precio fue muy elevado. Aún queremos saber, si eran necesarios tantos tanques, tantas infanterías, tantos soldados. Si valía la pena perder una sola de esas vidas, sin importar si se trataba de una del norte o de 20 del centro. La comunidad internacional la calificó de ilegal. Una Operación que resultó ser... Una Causa no tan Justa!!!

Inicié con una frase del "Cantante" y quiero terminar con otra. Aunque hayan pasado los años, no debemos permitir que vuelva a ocurrir..."Prohibido Olvidar".

Dedicado a todos los caídos en la Invasión a suelo panameño del 20 de diciembre de 1989. Que descansen en Paz y que sepan que no los olvidamos!

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